De sus ojos hablan de que negros son,
mas de su luz el halo blanco olvidan.
Hirientemente cálidos intimidan.
Los desiertos de Oriente en su corazón.
El pecho que tiembla y retumba a su son.
Afilando la rima se suicidan
los nervios escarchados y desbridan
cristales de su garganta sin razón.
Flaco perro de furor desatado,
Traspasa el grito que lanzan sus dedos.
Su irreverente genio derrochado,
Sublima los acordes en el enredo
de sus manos y cuerdas han vibrado.
Tras él ya no hay guitarra ni credos.